Mención Honrosa en el concurso "Boletín Publicitario del IPP"
UN PEQUINÉS EN MI GARGANTA
Estoy flaquito, ya no tengo hambre y quiero ladrar. Solamente puedo ladrar. No se cuando será el día en que podré ser como Pepito y Carlitos, ellos si que tienen hambre y hablan y hablan todo el día. Pero a mi, mi mami me dijo que no, que yo era un niño bueno y que tenía que cuidar a mi hermanita porque es bebita y se merece todas las atenciones y que gracias a eso me había regalado este peluchito en forma de perrito pequinés que ladra porque usa batería. De todos modos a mi no me gustan los peluchitos, detesto los peluchitos en forma de perrito pequinés. Yo sólo quiero ser como Pepito o Carlitos que tienen hambre y que hablan y hablan todo el día.
Por eso sigo pensando que mi mamita no me quiere y que sólo quiere a mi hermanita, se le ve en sus ojos. La carga todo el día, le da besitos y le acaricia la cabecita. Y a mi no me hace caso ni me hace cariño, ni me invita chupetes, ni me lleva al circo, ni me hace cuchi-cuchi. Sólo me regala este peluchito en forma de perrito pequinés, y me obliga a que haga jugar a mi hermanita, esa antipática bebita. Le pongo el chupón y lo bota, y se lo vuelvo a poner y lo vuelve a botar y me mira con esos ojos de bebita consentida y me saca la lengua.
Y yo no puedo hacerle nada porque es mi hermanita, mi hermanita bebita. Porque ay! Si le hago algo, mi mami se amarga y me da taz taz en el popo calato y ya no me quiere más, porque el otro día no me quiso nada y me pegó en el popo y me dolió mucho. Y lo hizo frente a mi hermanita que me veía y me sacaba la lengua.
Y yo me aguantaba, porque los niños buenos no lloran, porque ya sabía que mi hermanita me seguiría metiendo los peluchitos en forma de perrito pequinés por la boca y atragantándomelos como siempre. Porque a mi mamita le gusta que lo haga y para diciendo que mi hermanita es bebita y que esta aprendiendo a jugar con peluchitos y hay que hacerle caso en todo.
Por eso quiero ser como Pepito y Carlitos que tienen hambre y que hablan y hablan todo el día. Porque tengo atracado en mi garganta desde hace días este peluchito en forma de perrito pequinés que me regalo mi mamita y ahora solamente ladro, y mi mami me sigue pegando en el popo calato porque dice que paro mordiendo los muebles y que me orino en la alfombra, y que ya no quiero jugar con mi hermanita que tienen 20 nuevos peluchitos en forma de gatito para jugar conmigo para siempre, siempre, siempre, siempre.
Joan Manuel Flórez Estrada
CONCURSO DE CUENTOS "BOLETIN PUBLICITARIO DEL IPP" (1998)
Mención Honrosa en el concurso "Boletín Publicitario del IPP"
COMO TE EXTRAÑO SILVIE
Me pediste mentalmente que no te escribiera una carta pero me resultó un poco difícil. “That´s life”, te acuerdas, esa canción de Frank Sinatra que andaba de moda cuando nos conocimos, me dijo que no podía dejar de escribirte. Suena y suena en mi tocadiscos tanto como el día en que nos besamos en pleno baile.
Mi sombrero de fieltro. Tus zapatitos marrones. Mi corbata Escocesa. Tus collares de perlas traídas de Inglaterra. ¡y pensar que nos amábamos tanto mi querida Silvie!.
Tu sonrisa fue lo que más admire en esos años de amarnos como la primera vez. Siempre como la primera vez. No la cambiabas para nada. ¡Y esos viajes Silvie my love!. Tan bella; con tus cabellos rubios, con tu nariz respingada, con tus ojos verde botella, pero verde botellita de perfume. Perfume Europeo.
No puedo olvidar cuando nos paseábamos por Venecia, cuando ya en Francia me pediste que te llevara como si estuviésemos casados a la parte más alta de la torre Eifel. Edith Piaf y la maravilla. Francia y Edith Piaf y la maravilla. Tú mi amor, tú siempre tú y la maravilla.
Ese día te propondría que seas mi esposa, pero me tuve que guardar esa felicidad para nuestro viaje a Nueva York. Y como bailábamos con la canción “New York, New York”, por las calles, entre el bullicio nocturno de los casinos, con la voz mágica de Frank Sinatra. Y fue después de besarte con tan, tanto amor, bella, bellísima Silvie, en el gran baile al que llegamos mareados de Wisky y de amor donde yo te dije que te amaba para toda vida, y tan felices estuvimos que cantamos juntos Something Estupid de Frank, con un par de gatos como público. Ah Silvie!, no te bese hasta ese día porque me sentía tan tímido y tú lo sabías. Y lo supiste en cada lugar en el cual paseábamos juntos como si estuviésemos en un cuento. Un cuento de Edith Piaf, Frank Sinatra, Nat King Cole y suspiros de amor.
Como lloraste mi amor cuando te dije que quería que seas mi esposa. Como boto perfume cada ojito tuyo...
Y luego viajar nuevamente a Lima y decirle a tus padres que te perdonaran, por favor, que te escapaste conmigo porque querías ser mi esposa. Silvie mi vida, Unforgetable. La aventura que vivimos desde ese momento. Tú para mi y yo para ti. Siempre mi amor...
Silvie... como pasa el tiempo y como lloro cuando te recuerdo. Cuando recuerdo esos años de gatos como público, de Straungers in the Night y de casados.
Te me fuiste sin avisarme siquiera que irías a visitar a Frank, a Edith y a Nat y que cantarías con ellos...
Pero sabes Silvie, aún me quedan estas cartas que no te gusta que te escriba, porque con ellas pienso que todavía estas viva, que existe un vaso de Wisky y un That´s life, eternamente un that´s life como banda sonora de nuestro amor...
Joan Manuel Flórez Estrada Miraflores
CONCURSO DE CUENTOS "JUEGOS FLORALES"
3er puesto Juegos Florales 2005 de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega
SIRENA
- ¡Sirenas Frescas! ¡Sirenas frescas!-gritó un gordo deforme que vendía pescado en el puerto -¡Sirenas frescas! – siguió gritando, mientras me acercaba a su puesto que estaba rodeado de muchos compradores. No se podía ver la mercancía pero después de hacerme un espacio pude pasar. Frente a mi, y rodeadas de peces ojo de uva, corvinas, jurel, un lote de pequeñas sirenas de mar, recostadas sobre un recipiente con poca agua se exponían para la venta.
Pronto el gordo confirmó mi duda:
- ¿Desea un par?, se las envuelvo para llevar.
- Son sirenas de verdad o es una de tus invenciones
- Son de verdad, sino mire – acercó su dedo índice y le toco el pequeño estómago a la sirena quien aleteó, giró los largos cabellos verdes y dejo ver sus ojos inyectados de amargura.-Ve, no le miento.
- Pero… están vivas.
- Por supuesto, sería una negligencia traerlas muertas, su carne se disfruta cuando recién se les mata. De nada me sirve matarlas antes si se me van a podrir.
Las Sirenas eran tan pequeñas que podían caber recostadas en dos palmas de mi mano juntas. Sus aletas eran de colores fosforescentes y sus cabellos de colores diferentes entre ellas.
- ¿A que se debe el color de sus cabellos?- pregunté.
- Bueno, eso influencia en la carne, por ejemplo, con las de cabello rojo se preparan deliciosas sopas, con las de cabello amarillo hamburguesas, y con las de cabello verde, mis preferidas, deliciosos comidas frías con el ceviche ¿alguna vez a probado ceviche de Sirena?
- La verdad no.
- Entonces se esta perdiendo uno de los manjares más exclusivos, en otros países ya se estila comer sirenas, lastima que en nuestro país aún nos mantengamos al margen.
Las personas que se encontraban rodeando el cesto, se llevaban sirenas de dos en dos. El vendedor las cogía por la cintura con su mano tosca, desafiando sus desesperados coletazos, las aferraba firme y en seguida las ingresaba a una pequeña bolsa plástica con agua y hacía un nudo.
- Me llevo una – dije, como poseído por la masa, y con miedo a que se acaben.
El vendedor me sonrió, cogió al instante una de cabello verde e hizo el mismo procedimiento que con las otras, luego me la dio empaquetada.
- Le estoy dando una de las mejores sirenas que me llegaron en este lote. Sólo le recomiendo que antes de comerla, la mantenga sumergida en el agua, si tiene un recipiente de su tamaño ingrésela ahí, su sabor será delicioso. Mi esposa acostumbra dejarlas reposando en una tina con agua durante dos días antes del banquete, no más de dos días, porque luego comienza con sus cantos y te puede pasar algo terrible.
- ¿Algo terrible?
- Si, pero para te voy a dar más explicaciones si es fácil todo: solo cógela, rebánele las aletas y listo, no creo que te tome más de un día eso ¿o si?
- Bueno, no creo…- dije con duda.
Cuando el gordo acabó de hablarme, me sonrió y al instante se concentró en los otros compradores que elevaban su dinero para adquirir una.
En el recorrido, no pude aguantar la curiosidad de observarla, ella se dejaba transportar mirando el mar con nostalgia. En el camino no hizo ningún ruido, hasta que llegamos a mi casa. Allí, desaté el pequeño paquete que la contenía y la deje por un instante tendida sobre la mesa. Sus largos cabellos verdes hacían contrates con su refinado cuerpo. En un delicado movimiento la menuda sirena giró su rostro y quedó mirándome a los ojos. Ellos me hicieron suspirar. La recogí sobre la palma de la mano tratando de no hacerle daño y la llevé a la pecera donde tenía dos peces de colores que me acompañaban. Ingresé su pequeño cuerpo allí y los peces de colores empezaron a danzar en torno a ella. La sirena nadó al rededor de ellos jugueteando. Quedé deslumbrado por su ondulante movimiento bajo el agua. Un momento después sentí su mirada como dos pequeños faroles y voltee a verla: Pegada al vidrio, me sonreía abriendo sus inmensos ojos azules.
Esa tarde no pude coger el cuchillo para matarla, una súbita compasión me hizo olvidar por un momento su catastrófico destino y cociné fideos con salsa verde, luego me fui al sillón que estaba frente a la pecera y me quedé mirándola por largas horas. Durante la noche, la sirena, alumbrada por una pequeña lámpara con luz amarilla, me observaba mientras desenredaba sus largos cabellos verdes con sus dos manitas. Yo comía en la mesa, pero no podía dejar de verla, era una mujer pequeña y muy fina. La sirena hacía lo mismo y me sonreía cuando cruzábamos las miradas.
A la mañana siguiente me llené de valor y decidí olvidarme de los sentimientos. No podía ser tan débil de no tomar una decisión tan fácil como matar a una sirena, hasta el mismo gordo del puerto me lo había dado a entender. Después de desperezarme, fui directo a la cocina y saqué uno de los cuchillos más filudos, una madera y me llené de valor. Me acerqué a la pecera muy despacio y sin hacer ruido, pero una vez allí una escena me conmovió y no pude continuar: frente a mí la sirena yacía recostada en un sueño profundo detrás del vidrio de la pecera. Traté de ingresar mi mano pero no pude, luego corrí directo al mueble y me recosté muy nervioso.
La sirena despertó por el ruido, estiró sus delgados brazos y volteando el rostro, me observó con ojos aún de sueño. Veía el cuchillo filudo pero me sonreía igual, dándole poca importancia a lo demás que no fuera yo. También le sonreí, aunque luego me levantara del sillón y fuera directamente a la cocina, donde me encerré y lance el cuchillo sobre la mesa.
Esa tarde almorcé menestras al costado de la pecera y me dejé llevar por las danzas que la sirena hacía dentro de la pecera. Los peces de colores le daban vuelta como a una diosa y ella los acariciaba suavemente, con mucha dulzura.
Esa noche antes de dormir, un afinado canto embriagador que venía de la sala me sumió en un bello sueño. Salí de mi cuarto y contemple extasiado el espectáculo más hermoso: Ante mi y alumbrada a media luz, la sirena de los cabellos verdes interpretaba una hermosa melodía.
No tuve palabras para expresar lo bien que me encontraba frente a ella, acerqué mi cuerpo, escuché su canto cada vez más cerca y mi corazón palpitó más de la cuenta. Sólo mirar sus ojos, sólo observar sus cabellos, sólo escuchar su voz, hacía de mí un hombre completamente enamorado. Esa noche no pude dormir, y mis largas horas de sueño se transformaron en deliciosos segundos junto a la sirena, que no dejaba de observarme en ningún momento mientras cantaba, hasta que poco a poco fui perdiendo el sentido del tiempo y de la realidad…
Cuando desperté, un fuerte dolor en la espalda me hizo ver que toda esa noche había dormido en la silla frente a la pecera. Levanté lentamente mi rostro y quedé desconcertado. Frente a mi seguía ella, recostada tras del cristal que la separaba de mi y girando su rostro de un lado al otro tratando de observarme mejor. Encandilado con su belleza, no supe que me estaba pasando y me alejé. Me levanté rápidamente de la silla, me tapé los ojos y fui a la cocina. No, no podía ser tan tonto de estarme enamorando de una sirena.
Habían pasado más de dos días desde que ella estaba en casa y tal como había dicho el gordo, empezó a cantar y hacerme sentir muy extraño. Traté de salir, traté de ir al puerto para que el hombre me explique que hacer ahora, pero luego de cruzar muchas ideas por mi mente, un fuerte orgullo me detuvo y me hizo ver que la única solución estaba en mis manos. O era cobarde o era valiente y la mataba. Con determinación, me lavé la cara para estar más lúcido, cogí el cuchillo filudo que reposaba junto a la madera y empuje la puerta violentamente.
En el interior, esquivé los muebles y avancé poco a poco hasta observar la pecera, el agua se tornaba amarillenta por el reflejo de la luz, pero realmente eso no me importaba. Empuñando el cuchillo y dispuesto a sacar a la sirena de allí, me acerqué más, di unos pasos que me pusieron al borde, sumergí mi mano, la cogí y ella empezó a cantar.
Y fue allí, que en medio de sus cantos, en medio del pequeño cuerpo, en medio de su sonrisa y sus bellos ojos azules, el cuchillo, que tanto tiempo había esperado aquel sacrificio, fue entrando poco a poco a la carne… Y lentamente, caí al piso ensangrentado, con el cuchillo en mi estómago y la bella sirena cogida en una mano. Sus cantos me seguían elevando al infinito… aquel infinito donde ella dispondría de mí para siempre.
JOAN MANUEL FLÓREZ ESTRADA (3ER PUESTO JUEGOS FLORALES 2005)